miércoles, marzo 11

Miércoles 11 de marzo

Desde que me levante siento en mi cabeza un estado de ensoñación es lindo pero a su vez extraño.. imagine cuando caminaba que me elevaba y que de repente estaba volando por los árboles los pies los seguía moviendo cómo si caminara, pero ahora ya no caminaba sino que *volaba*
de ahí decidía irme a la casa de una persona que vive en otro país, me paraba en su ventana y miraba todo, obvio  que nadie me podía ver, también me iba a Argentina sin tener que pagar un boleto de avión.. también miraba las cabezas de todas las personas y trataba de imaginar que pasaba por cada una de ellas.
no quiero volver a ser una persona que camina, quiero ser una persona que vuela por encima de los demás..
La trampa
Por aquel tiempo yo rehuía las escenas demasiado misteriosas.
Como los enfermos del estómago que evitan las comidas pesadas
Prefería quedarme en casa dilucidando algunas cuestiones
Referentes a la reproducción de las arañas,
Con cuyo objeto me recluía en el jardín
Y no aparecía en público hasta avanzadas horas de la noche;
O también en mangas de camisa, en actitud desafiante, 
Solía lanzar iracundas miradas a la luna 
Procurando evitar esos pensamientos atrabiliarios 
Que se pegan como pólipos al alma humana. 
En la soledad poseía un dominio absoluto sobre mí mismo,
Iba de un lado a otro con plena conciencia de mis actos 
O me tendía entre las tablas de la bodega
A soñar, a idear mecanismos, a resolver pequeños problemas de emergencia.
Aquellos eran los momentos en que ponía en práctica mi célebre método onírico,
Que consiste en violentarse a sí mismo y soñar lo que se desea,
En promover escenas preparadas de antemano con participación del más allá.
De este modo lograba obtener informaciones preciosas 
Referentes a una serie de dudas que aquejan al ser: 
Viajes al extranjero, confusiones eróticas, complejos religiosos.
Pero todas las precauciones eran pocas
Puesto que por razones difíciles de precisar 
Comenzaba a deslizarme automáticamente por una especie de plano inclinado,
Como un globo que se desinfla mi alma perdía altura,
El instinto de conservación dejaba de funcionar
Y privado de mis prejuicios más esenciales
Caía fatalmente en la trampa del teléfono
Que como un abismo atrae a los objetos que lo rodean 
Y con manos trémulas marcaba ese número maldito 
Que aún suelo repetir automáticamente mientras duermo. 
De incertidumbre y de miseria eran aquellos segundos 
Es que yo, como un esqueleto de pie delante de esa mesa del infierno
Cubierta de una cretona amarilla,
Esperaba una respuesta desde el otro extremo del mundo,
La otra mitad de mi ser prisionera en un hoyo.
Esos ruidos entrecortados del teléfono
Producían en mí el efecto de las máquinas perforadoras de los dentistas,
Se incrustaban en mi alma como agujas lanzadas desde lo alto
Hasta que, llegado el momento preciso,
Comenzaba a transpirar y a tartamudear febrilmente. 
Mi lengua parecida a un beefsteak de ternera 
Se interponía entre mi ser y mi interlocutora 
Como esas cortinas negras que nos separan de los muertos.
Yo no deseaba sostener esas conversaciones demasiado íntimas
Que, sin embargo, yo mismo provocaba en forma torpe
Con mi voz anhelante, cargada de electricidad.
Sentirme llamado por mi nombre de pila
En ese tono de familiaridad forzada
Me producía malestares difusos,
Perturbaciones locales de angustia que yo procuraba conjurar
A través de un método rápido de preguntas y respuestas
Creando en ella un estado de efervescencia pseudoerótico
Que a la postre venía a repercutir en mí mismo 
Bajo la forma de incipientes erecciones y de una sensación de fracaso.
Entonces me reía a la fuerza cayendo después en un estado de postración mental.
Aquellas charlas absurdas se prolongaban algunas horas 
Hasta que la dueña de la pensión aparecía detrás del biombo
Interrumpiendo bruscamente aquel idilio estúpido, 
Aquellas contorsiones de postulante al cielo 
Y aquellas catástrofes tan deprimentes para mi espíritu 
Que no terminaban completamente con colgar el teléfono 
Ya que, por lo general, quedábamos comprometidos 
A vernos al día siguiente en una fuente de soda 
O en la puerta de una iglesia de cuyo nombre no quiero acordarme.
Nicanor parra

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